lunes, 25 de mayo de 2009

TEATRO

(No premiado)
El pasado 12 de mayo de 2009 Metrovías y Argentores entregaron los premios de su Concurso de Monólogos Teatrales, en el que yo había intervenido. Hubo tres premios y 20 menciones especiales. Ninguna correspondió a mi monólogo, que es el que sigue, y pongo a disposición de quien quiera interpretarlo.
Gracias a todos.

MÚSICA TEMÁTICA

Jorge Claudio Morhain ©

(Silla de respaldo alto junto a una mesa. Vasos, botella que puede ser de whisky –sin marca–, pava y mate, un plato hondo de lata con comida y una cuchara, un pan. Un armario miserable o perchero con ropas, donde hay un equipo de “elegante sport” antiguo, de persona acomodada; una cama real o simbólica, muy pobre; sobre la cama, sin que se vea, un traje de presidiario como los de Ushuaia)

(Juan, hombre mayor, de más de sesenta años, sentado. Está en calzoncillos, musculosa, medias y alpargatas en chancleta. Como si se hubiera levantado recién de la cama. Está algo abatido, y le molesta la música)

(Música de cumbia, con bajos muy reforzados)

JUAN.- (voz normal) ¡Hijos de mil puta!... Siguen y siguen. Y siguen y siguen. Pero ya se les va a acabar. Ya se les va a acabar, negros roñosos hijos de mil putas!... ¡¡Terminenlá...!! (con voz forzada, algo de falsete, no muy fuerte) ¿Qué carajo es esa voz, Juancito? ¿Te olvidaste de todo, ya te olvidaste de todo? A ver, a ver la voz, Juancito... (hace ejercicios respiratorios, infla el pecho y el estómago y grita MUY fuerte) ¡¡¡TERMINENLÁ!!!...

(Se apaga la música. Silencio)

(Juan se queda inmóvil. Cierra los ojos. Intenta que el recuerdo no llegue a su mente)

JUAN.- Paren la música. Paren la música. Es una cumbia moderna de esas que hablan de chorros y drogadictos que es lo que queríamos evitar pero que ahora están aquí no es la misma vieja cumbia que poníamos tan fuerte tan fuerte que te reventaba y no te dejaba pensar en... (se va deteniendo, para evitar el aluvión de recuerdos; mira alrededor buscando otro tema, lo descubre) El mar, el mar cuando camino por la playa Mar del Plata las minitas las tanguitas los... los cuerpos desnudos y esa música esas cumbias a todo lo que da, y... (molesto, se pasea; no quiere que lo invadan los recuerdos) No, la noche, no, la luna, un postre, sí, tengo que comer un postre. Vino. La copa. La copa del olvido..... ¡¡PAREN LA MÚSICA!! (otra vez con voz muy fuerte)

(Hace ejercicios respiratorios, infla el pecho, hace flexiones. Marcha, en modo militar, a lo largo del escenario, varias vueltas.)

JUAN.- Basta. (Va hacia el armario y se viste de “elegante sport”. Cambia su actitud, como la de un importante ejecutivo o militar retirado. Va hacia la mesa, se sirve un whisky. Se sienta, como si lo invitaran. Brinda hacia el público y bebe circunspectamente)

JUAN.- Chivas. Buen whisky. Como el de antes. Antes éramos pocos los que lo conseguíamos. Después lo consumía cualquier pelandrún. Buena táctica. Los boludos se creían millonarios. Viajaban a Miami, traían porquerías, y chupaban Chivas. Ahora se consigue un poco más que antes. Y muchos de esos boludos son millonarios. Pero no dejan de ser boludos. Pagan el Chivas por lo que no vale. (Contempla el vaso, mientras lo revuelve) El Chivas a través de la historia... Había que tomar Chivas para aguantar los gritos y la forma como lloraban esos hijos de puta. Había que ser más fuerte y gritar más que ellos y chupar... (Música de cumbia, más que nada el retumbo de los bajos) ¡¡PAREN ESA MÚSICA!! (Silencio) Hijos de puta... Negros patas sucias... Porque es así. Creímos haber acabado con las plagas, las fumigamos, les echamos flit (intenta reír por lo bajo) Como fumigadores hicimos un buen trabajo, hay que reconocerlo (intenta reír por lo bajo) Pero o fuimos débiles y se nos escaparon algunas chinches, o se volvieron resistentes al DDT (intenta reír por lo bajo) Por suerte después de los primeros intentos de dar vuelta el plato de papas fritas... (silencio; cambia de tema nuevamente) ¡Papas fritas! ¡Cuánto hace que no como papas fritas, la mierda! ¡Un buen plato de papas fritas crocante, sequitas, con cerveza...! (grita con la voz fuerte) ¡¡QUIERO CERVEZA!!

(Espera que le contesten. Nadie lo hace. Vuelve a caminar como soldado. Se sienta de nuevo. Bebe)

JUAN.- Eso era, eso era. El segundo método. Ese era un método, carajo, lo hicimos bien con el Tío Patilludo. Plata. Coima. Plata, plata. Todo baratito. Todo bueno, más bueno que lo que merecían esos judíos de mierda. Tomates de Italia. Pollos de Virginia. Tabaco turco. Y whisky. El mejor whisky. A monedas, porque el dólar para nosotros era moneda barata. ¡Cómo se aplacaron los boludos! “Yo la pasé bien, (imita) fui dos veces a Miami”... ¡boludos! Eso había que darles: bosta en palito. Helados de caca, pero importados. Los negros tenían que tener todo barato, nada que reclamar, nada de fábrica ni trabajo pesado. Viva yo y que me cojan a mi hermana, basta que yo pueda viajar a Miami... Había que haber seguido así un par de generaciones, veinte años en lugar de diez, y estábamos hecho. No quedaba ninguno. Ninguno de los que volvieron... (Silencio. Lo piensa, siempre con la copa en la mano. Camina) ¿Cómo volvieron? ¿Cómo, me cago en Jesucristo? (se santigua)

(Comienza a desvestirse. Cada tanto se saca una prenda, que arroja lejos)

JUAN.- Al principio creímos que era parte el plan maestro... (lo piensa) A lo mejor lo era, a lo mejor lo sigue siendo, mierda, y nada más que nosotros no entramos en él... (bebe el whisky que queda de un trago, deja el vaso en la mesa con un golpe; cambia de conversación) Eso nos pasa por usar planes de afuera para las cosas de adentro. Te usan, y te dejan abandonado. ¿Para eso nos sacrificamos tanto?

(Se va sacando la ropa frenéticamente, y va elevando la voz)

JUAN.- ¡¿Para eso dimos la vida?! ¿¡Para que el tiempo nos derrotara, y todos volvieran, hasta los muertos vivos?! ¿¡Por qué nos dejaron solos?! ¿¡Por qué no nos enseñaron cómo ser derrotados?! ¡¡Hijos de mil putas, ¿por qué nunca dan la cara?!!

(Termina de sacarse todo, vuelve a estar en calzoncillos y musculosa, marcha militarmente por el escenario)

JUAN.- Claro. Carne de cañón. Soldados. Instrumentos. De algo superior. Es el mandato de Dios Nuestro Señor. Eso nos dijeron, eso creímos, eso creemos, por eso rezamos (se santigua)... En última, en última, en última instancia, el Plan Superior es de Dios Nuestro Señor... Sí, si uno lo repite y lo repite se lo banca finalmente, y es capaz...

(La música fuerte de cumbia. Corre a la cama. Toma un traje de presidiario a rayas, se lo va poniendo)

JUAN.- ¡¡LA MÚSICA!! ¡¡LA MÚSICA!!...

(En el medio dgel escenario, firme, con traje de presidiario del tipo de Ushuaia)

JUAN.- La música... que poníamos para torturar... y para MATAR...

(Se queda inmóvil. Luego se santigua y se persigna. Se sienta a la mesa, reza frente al plato, y luego come, mientras la luz se va atenuando y aparecen en el fondo, por la iluminación, un dibujo de rejas)






domingo, 10 de mayo de 2009

Folletín

ROCÍO Y EVARISTO

Folletín de Jorge Claudio Morhain ®

CAPÍTULO DOS: CONFESIONES

 

Evaristo le compró un café con leche con medialunas. Tres. Seis. Nueve. Rocío tenía un hambre de mañanita de campo, de noche húmeda y tierra blanda. Es decir, de rocío de tamberito que sale a juntar las vacas para el ordeñe.

Evaristo la miraba como se mira a las estampitas brillantes cuando uno les pide un deseo imposible, sabiendo que es imposible pero que a alguien hay que contárselo.

–¿Qué me mirás?

–Sos muy linda –atinó a decir Evaristo. Y a ella se le quedó media medialuna en la boca. Hipó, dos o tres veces. Y se tragó la medialuna, apresurada, y la empujó con un trago largo de café con leche. Y tosió. Y comenzó a llorar con congoja, suavecito y silenciosamente, como si no fuera a parar nunca. –Pero no te pongas así. Si es cierto, zonza…

Para qué. La piba lloró más, y más. Y a Evaristo lo empezaron a preocupar las miradas obtusas y esdrújulas que rebotaban en los carteles bastos.

– Basta, che. No llores más, eh… (ahí advirtió Evaristo que todavía no sabía que ella se llamaba Rocío) ¿Cómo te llamás, linda?

Parece que el “linda” le provocó mucho más llanto y desconsuelo. Evaristo tuvo que sacar su pañuelo blanco con bordes marrones y dárselo para que ella se suene una y otra aparatosa vez.

– ¿Por qué? – dijo ella. –¿Vos cómo te llamás?

– Evaristo. Evaristo Rodríguez, servidor.

– ¿E…Evaristo? –el nombre le causó algún tipo de gracia que, mezclado al llanto y al hipo formaron una expresión única, e inédita e irrecuperable de sus sentimientos. – Como el Evaristo Meneses de Solano López… Si te morfás unos cuantos Macdonalds serías igual igual, che…

Se acordó del llanto, y reinició la congoja. Entre sorbetes y mocos alcanzó a decir “Rocío, me llamo Rocío Sebastiani… y no es… un gusto…”

Evaristo optó por dejar un veinte que debía cubrir el gasto y la propina y la alzó cuidadosamente de la silla, tanto como para que no diera la impresión de que era un paquete o que estaba flipada, cosa que parecía estar sospechando el uniformado que bebía una coca en la barra.

– Vení, vamos al baño, a que te laves la cara…

Pero no hubo forma de que entrase al baño… sola.

– No entro si vos no venís conmigo, Evaristo.

– Pero es el baño de mujeres, Rocío.

– ¿Tenés miedo que se te contagie y te vuelvas puto?

Entraron. Ella se sentó en el inodoro, y le contó toda la historia a Evaristo. La historia del turista que hablaba en inglés y que le forzó la boca una y otra vez, como un semental inagotable. Rocío hipaba y la angustia le reventaba el pecho. Evaristo no pudo hacer otra cosa que apoyar su cabeza en su cuerpo, para tratar de calmarla. De repente, sintió que la cabeza de Rocío bajaba. Oyó un ríspido sonido de cierre, y enseguida…

Le apartó la cabeza.

–Creí que no eras una puta.

–No lo soy, Evaristo. Pero quiero sacarme el gusto de ese tipo, con un gusto sano, como el tuyo…

Cuando salieron a la calle, Rocío se había calmado y, con la cara lavada, parecía una jovencita rozagante.

–Te voy a llevar a tu casa –dijo Evaristo.

– No tengo casa.

–¿Vivís en la calle?

– No, en lo de mi tía. Mi tía Rosaura.

– Vamos, Te llevo a lo de tu tía Rosaura.

–No.

–¿Por qué no?

– Porque cuando salí, esta noche, estaba muerta…

 

Continuará…