viernes, 19 de septiembre de 2014

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C763 1CxD02 137   19 de septiembre de 2014

Terror en el Barco Fantasma

© Jorge Claudio Morhain

Era una máscara muy, muy fea.
Tina se preguntaba cómo la habrían hecho, con qué material, tan natural que parecía. Tenía la boca torcida y babosa, la nariz ganchuda, roja y con pelos, los ojos sanguinolentos y furiosos. Estaba acompañada de un cuerpo magro, con unos trapos sucios a modo de ropa, brazos llenos de venas y huesos, morados, acaso de mugre, y largos dedos como garras. Juanito se asustó todo, apenas apareció. Todo: Tina vio claramente cómo se le paraban los pelos.  Tina creyó que iba a saltar del carrito, pero el carrito fingía navegar por una canalito con agua, así que ni eso. Por cierto, lo intentó, y ella lo retuvo por la ropa.
– ¡Juanito! ¡Es un muñeco, tonto!
– Ho-o-ola, ne-e-ena… – dijo la Bruja (por lo menos, parecía una Bruja)
– ¡Habla. Tina! ¡Es real!
Bueno, sí, hablaba. La voz vacilante que parecía de alguien muy viejo y sin fuerzas seguro que era un defecto del artefacto que reproducía el sondo.
– Deci-i-ile a Juanito que que que no me te-e-e-nga mi-e-edo… -habló de nuevo.
El Barco Fantasma (era un carrito en forma de bote, pero ese Tren Fantasma se llamaba “El Barco” por lo del agua) se había detenido en ese lugar, y se oía ruido como que la cadena que arrastraba el bote zafara y zafara, sin poder enganchar para seguir viaje.
La aparición estiró la mano puro hueso y despellejo, y uñas roñosas, y Tina le agarró el meñique y se lo retorció.
– Mirá, Juani, le retuerzo el dedo y no siente nada. Es de plástico.
– Y-ya n-n-no sie-e-ento nada, Tina. Hace mu-u-ucho que estoy… muerta…
– Ah, qué bien –, dijo Tina. No sabía por qué pero el muñeco empezaba a ponerla nerviosa, también a ella. ––Yo estoy viva, doña.
– No le hables –, Juanito estaba acurrucado en el fondo el bote, dándole la espalda.
– Es un muñeco. Esperá, no te asustes.
Tina se puso las manos como bocina y gritó:
– ¡¡SE PARÓ EL BOTE!! ¡¡ARRÉGLENLO!!
El bote hizo dos o tres intentos para seguir, la cadena pareció cortarse, debajo del agua. Y se apagó  la luz.
Juanito empezó a gritar, gritar, gritar, onda sirena de bomberos.
– ¡¡Callate, por favor!! –, gritó Tina.
Entonces…
Entonces, unos dedos fríos atraparon su mano, y Tina sintió como ahora a ella se le paraban los pelo y de repente se encontró acompañando la sirena gritona de Juanito.
En la oscuridad, sintió que abrían la puertita del bote, por donde habían subido, y la bruja tironeó de su mano, y se ve que también atrapó a Juanito porque de repente el chico dejó de gritar, y Tina se asustó mucho más, y se dejó llevar por la mano de la bruja, que los estaba sacando del bote hacia una explanadita elevada, seca.
– ¡Juanitoooo! ¡¿Qué te pasa, Juanito?! –, gritaba, mientras tanteaba para encontrar a su hermano. Cuando lo halló, también sintió otra mano puro hueso, helada, que lo sostenía junto a un cuerpo flaquísimo y harapiento.
– S-solamen-n-n-n-se te desmayó-ó, Ti-i-ina… –dijo el muñeco, o la Bruja, o la muerta, o lo que fuera.
Y ya Tina no estaba allí. El mundo había desaparecido para ella, y sólo era una autómata que caminaba, llevada por la vieja monstruosa, por una oscuridad llena de telarañas y cosas que se movían a medias, y…
Y se abrió otra puerta, y era de día, y estaban en la parte de  atrás del Barco Fantasma, y el aire era fresco y Juanito estaba sentado en el suelo a su lado restregándose los ojos, despertando. La puerta se cerró con un golpe. No pudo ver al muñeco a la luz del día.
Y ahí venía mamá.
– ¿Les gustó? –dijo, la tonta. perdón, la mamá que como no sabía nada hacía preguntas tontas.
Entonces Juanito volvió a llorar onda sirena de bombero. Y Tina se abrazó a la madre muy, muy fuete, temblando.
Porque… Porque se dio cuenta que el espectro… sabía sus nombres.

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