viernes, 21 de noviembre de 2014

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C794 1CxD02 168    21 de noviembre de 2014

Piensa

© Jorge Claudio Morhain

En el medio de la batalla, el cruzado se puso a pensar. Malo. No se piensa en medio de las batallas. No se piensa antes de las batallas. No se piensa luego de las batallas. El soldado, en general, no debe pensar. Pero, cuando veía a esos sarracenos tan parecidos a sus camaradas, tan furiosos como sus camaradas, tan valientes como los suyos, arremetiendo, como si el espacio se pudiera forzar, si el empujón del hierro y la sangre pudiesen arrastrar al enemigo hasta hacerlo desaparecer. Ensayó un Padrenuestro, para apartar de sí la tentación. Gritó, para tapar con su voz todos esos fantasmas interiores. Revoleó la espada una y otra vez. A veces encontró carne. A veces no. De pronto se encontró cara a cara con otro soldado, con un sarraceno, montado en un corcel magnífico, como el suyo. La espada y la cimitarra quedaron trabadas, y los rostros de dientes listos a morder tan cerca. Entonces el cruzado oyó al sarraceno, o creyó oírlo, con voz clara y segura, una sola palabra:
PIENSA.
La luz del pensamiento invadió su espíritu, y, creyó, eso traería al Espíritu Santo y le daría toda la fuerza de la Cristiandad para acabar con quien usurpaba la tierra de Cristo. Pero no. Sólo lo llevó a vacilar el tiempo suficiente para que la cimitarra girase en el aire, esquivando el agarrón de la espada, y le rebanase la cabeza.
Mientras veía, misteriosamente y por designio de Dios, cómo su cabeza volaba por al aire alejándose de su cuerpo comprendía las verdaderas palabras del sarraceno, que no habían sido aquellas que demoraran su impulso. Decía:

ESTA ES MI TIERRA.

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